jueves, febrero 05, 2009

Desvirtualización



Y me encontré con un espacio vacío.

Pues habrá que llenarlo, pensé.
Y lo hice.
Para comenzar, te puse a ti como figura principal, te dejé en una esquina por si quisieras reclinarte en la pared, o quizá fue sólo para arrinconarte fácilmente cuando llegara el momento.
Lamentablemente no se me ocurrió qué más agregar a mi espacio. Ahí fue que descubrí que sólo tú ocupas todo mi mundo y aunque suene cursi, después de ti no existe nada más.
Supongo que nunca más encontraré a alguien como tú, me dije.
Entonces yo, que estaba situado en la esquina contraria observando mi espacio recién construido, comencé a caminar, a avanzar en tu dirección.
Quisiera besarte. No sabes todo lo que quisiera hacerte, pensé descaradamente.
Pero no podía llegar, por más que avanzaba no lograba alcanzarte. Y al contrario, mientras más me acercaba, más lejos me parecías.
Pero si te vi tan cerca, pensé. Pero ya no eras tangible para mí.
Y cuando, luego de mucho recorrer, por fin llego hasta ti, a un paso de ti, antes de poder siquiera tocarte, he chocado con algo, un artefacto invisible, un vidrio.
¡Un vidrio! ¿Qué hace aquí un vidrio?, pregunto confuso al aire.
Pues, esa fría lámina transparente nos separaba.
Supongo que finalmente y de cualquier manera, no conseguí alcanzarte, me dije sin aliento. Y lo repetí en voz alta por si me escuchabas, creo que no lo hiciste.
Tus ojos desviados a otra dirección me mostraban a un loco, parecía que estuvieras delirando, pues aunque no te podía escuchar, vi mover tus labios como si hablaras con alguien.
¿Con quién hablas? Pregunto algo inquieto al vidrio.
Estás tan cerca, demasiado cerca y no puedo siquiera rozarte.
Necesito palpar algo de ti, sentir algo, tu respiración, lo que sea, o me volveré loco.
Mis dedos ansían tu piel, casi siento tus cabellos, casi puedo besar tus ojos, casi.
Tan cerca. Y tan lejos.
Tan mío. Y tan libre.
Encerrado en tu frágil cúpula de cristal e inmune a mis deseos.
Solo mirando al infinito, quién sabe qué es lo que miras tan ausente.
Qué frío aspecto tienes ahora, pienso.
Pero aún así te quiero, te quiero conmigo.
No dejes que enloquezca.
Pero qué cruel eres, siempre has sido así.
Casi no te conozco, reflexiono un tanto turbado.
Nunca has sido mío, pero ya te siento parte de mí.
Te necesito conmigo.
Supongo que divago demasiado, ¿verdad?, le digo a tu imagen tras el cristal.
Ya ves todo el tiempo que pierdo hablándote, aunque sé que ni siquiera me escuchas.
¿Amas a alguien? ¿Estás enamorado?
¿Regalarías un trozo de tu corazón a este triste lamento que te implora? Pregunto sin esperar respuesta.
Entonces me miras, tras el cristal te veo girar tu vista hacía mi. Casi puedo creer que me has escuchado, o por lo menos me has visto.
Pero.
En aquel instante yo dejé de verte.
No eres tú, soy yo.
Soy yo tras ese vulgar vidrio, creo que mi respiración lo ha empañado un poco.
¿Una ilusión? ¿Sólo fue eso? ¿Una ilusión?
Nunca estuviste ahí, entonces. Nunca te tuve tan cerca, nunca.
Maldito espejo.
Acaso soy tan grande, tan egoísta que ni siquiera tú cabes en mi enfermo mundo subterráneo, hablo para mis adentros.
Qué idiota puedo llegar a ser, pienso.
Me odio tanto por esto.
Y te odio a ti también.
Te odio por ocupar mis pensamientos, te odio por robar mi corazón, te odio por ser el único ser que he amado nunca, te odio por ser indispensable en mi vida, te odio porque no me necesitas, te odio porque ni siquiera me miras, te odio porque no me amas, te odio porque no existes.
Me odio por amarte.
Me odio por no ser perfecto para ti.
by: Lina Freecs
10/10/2008

No hay comentarios.: